El arte de vender mierda (reseña)

Fernando Cervera, el autor de este libro editado por Laetoli, es licenciado en Biología por la Universidad de Valencia. Un buen día de 2009 y de forma fortuita comenzó a gestarse en su cabeza una idea audaz: crear una terapia seudocientífica desde el principio y ver qué pasaba. Había nacido el fecomagnetismo, una forma de curar a base de excrementos humanos embotellados y etiquetados.

Con la inestimable colaboración de su amigo Mariano Collantes, diseñaron toda una estrategia con el fin de darse a conocer en el "mundillo" seudocientífico de los estafadores, charlatanes y demás gentuza cuyo único objetivo es lucrarse con el dolor de los demás, de los desesperados y los enfermos sin esperanza o sin los conocimientos necesarios para desenmascarar a estos profesionales del mal consentidos por los poderes políticos establecidos, cuando no los propios poderes sanitarios.

El libro tiene el atractivo e irreverente título de El arte de vender mierda: el fecomagnetismo, la homeopatía y otras estafas. A lo largo de 124 páginas que se leen sin apenas darse cuenta, Cervera nos va describiendo con pelos y señales los pasos que él y Collantes fueron dando hasta que... Bueno, mejor que lo leáis y os enteréis vosotros mismos porque merece muchísimo la pena. Todo el texto está impregnado de, como no podía ser de otra manera, un sentido del humor desternillante.

Sin embargo, me gustaría señalar que aunque todo lo que se narra en El arte de vender mierda nos puede hacer reír a algunas de las personas a quienes nos gusta autodenominarnos escépticas, lo cierto es que entre líneas se puede adivinar una cierta sensación de desasosiego, al menos por mi parte. En efecto, Fernando Cervera da a entender muy claramente que puede resultar extremadamente sencillo convencer a mucha gente de la mayor mentira que uno pueda idear, por absurda que pueda resultar a posteriori y no ser desenmascarado hasta años después. Tal y como cita a Santiago Rusiñol al principio del capítulo 4: "Engañar a los hombres de uno en uno es bastante más difícil que engañarlos de mil en mil. Por eso el orador tiene menos mérito que el abogado o el curandero."

La sensación que me queda después de leer el libro es que vivimos en una sociedad donde cada vez impera más la incultura, la ignorancia y el desconocimiento. El pensamiento racional está en crisis, la ciencia está considerada como una disciplina elitista, alejada de la sociedad, exclusivamente cultivada por una élite de personajes un tanto excéntricos y aislados. En una frase: el omnipresente, clásico y pernicioso estereotipo del científico loco que tanto el cine como la literatura han contribuido a perpetuar desde sus comienzos. Hasta que no comprendamos que la ciencia es cultura y que tiene una enorme influencia en nuestras vidas y el futuro de nuestro mundo y nuestras sociedades, todos estaremos expuestos a comernos una mierda, por inteligentes que nos consideremos. No somos tan racionales como creemos, no nos engañemos. Queda mucho camino por recorrer...



2 comentarios:

  1. No hay duda de que todos aquellos charlatanes que engañan a grandes masas de gente, tienen un don : saber convencer, tener buena memoria para contar la historia, tener respuestas en la punta de la lengua, y actuar con mucha tranquilidad y convencimiento propio y hacia los demás....

    Y no es cuestión de inteligencia el hecho de dejarse convencer! No se trata de "gente ignorante" en el sentido de tener poca educación, porque ocurre que seguidores de esta gente, hay desde ingenieros, médicos, profesores...de todo, y aquí es donde viene a ser muy importante la labor divulgativa de científicos, por cualquier medio, sea en un libro, una revista, o un blog.

    Desde el título de ese libro, es un llamado de atención tremendo hacia toda esa gente que se las cree todas!

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  2. No sólo de pan vive el hombre, hay mucha mierda puesta a la mesa...
    Sólo se cree por ignorancia o por interés, o por ambas cosas. Por lo que está claro que el que sabe y cree es por su interés económico del que vive o parasita. Y no está muy claro que, o sí, el que ignora lo hace, por el interés que reporta la facilidad, o simplemente por la típica esquizofrenia colectiva de que una falacia primitiva que se repite constantemente resulta más sencilla entenderla como una verdad sin dudar por el hecho de que la mayoría lo hace y cree...incluidas las eminencias.

    Hace tiempo que un artista ya presentó sus propios excrementos como arte y estos son unos artistas que, como en la India con las vacas, lo aprovechan todo. Artesanos los llamarán mucha gente pues seguramente encontrarán, más de uno, en el asunto un resquicio comparativo con el estiércol y, si fuera necesario, se abonarán a lo que les haga falta.
    Ser no creyente es una opción que me atañe de la misma manera que el escéptico de otra salvo que mi esperanza es conocer algún día la verdad, aunque para entonces no esté presente.

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