Nibiru, el Zodíaco y otros Apocalipsis varios

Hacía mucho tiempo que no me sentaba un domingo por la tarde delante de la televisión a ver una de esas películas de bajo presupuesto, mucha imaginación  y escaso, por ser generoso, bagaje científico. Seguro que sabéis de lo que estoy hablando, ¿verdad?

Pues bien, este domingo por la tarde tuve la suerte de coincidir con uno de esos callos recalentados que pusieron en Cuatro TV. Se titulaba Zodíaco: los signos del Apocalipsis. No me digáis que la cosa no prometía. Si es que no pude resistir la tentación, se me iba el mando a distancia él solito hacia el canal correspondiente.

El argumento era de lo más manido que se pueda uno echar a la cara. Unos arqueólogos descubren en una mina de plomo en Perú una piedra enorme con forma de disco y representados en ella los doce signos del Zodíaco, así como el Sol y las órbitas de nueve planetas a su alrededor. Los signos del Zodíaco giraban con un peculiar mecanismo y la piedra mostraba el camino hacia otra piedra que, al parecer, poseía unas extrañas propiedades "semi-mágicas"... o sin el "semi".

Entre los nueve planetas, al parecer, no se encontraba Plutón y la cosa me sonaba bastante rara porque, según se decía en la película, los creadores del pétreo Zodíaco no habían sido otros que los antiguos sumerios. Suponiendo que estos conociesen los otros ocho planetas de nuestro Sistema Solar, hasta Neptuno, la pregunta era obvia: ¿cuál era el noveno planeta representado? Dejad, dejad, no perdáis el tiempo especulando, yo os lo diré: se trataba nada menos que de Nibiru. Venga, va, podéis echaros unas carcajadas. Espero un rato para que os recuperéis del choque.


Bien, si ya estáis recuperados, continúo un poco más. Resulta, además, que el pedrusco, roca o similar que se encontraba oculto dentro de una especie de gruta secreta a la que daba acceso el mecanismo zodiacal antes aludido, cae en poder de la Agencia de Seguridad Nacional. Con ayuda de unos científicos muy majos y altamente colaboracionistas, descubren que la piedra es sensible a ciertas radiaciones electromagnéticas que, perdonadme pero no fui capaz de entender demasiado bien, emitía el mismo Nibiru, el cual, a su vez, se encontraba en rumbo de colisión con el Sol. Cuando la piedra no estaba encerrada en un contenedor de plomo y captaba las susodichas "señales" de Nibiru, pegaba unos fogonazos terribles que fulminaban a todo aquel que se pusiese a su alcance. Además, el malvado noveno planeta estaba desencadenando, a su vez, toda una serie de catástrofes a nivel global: géiseres de fuego, tornados, lluvias de meteoritos. Pero lo mejor de todo era que estas catástrofes tomaban la forma de los signos del Zodíaco (si no comprendéis el significado pleno de esta última frase, por favor, ved la película; ni yo mismo daba crédito a lo que mis ojos contemplaban con estupor y rubor máximo). Seguro que ahora entendéis por qué los sumerios ocultaron hábilmente la piedra en una mina de plomo. Cucos eran ellos...


Tampoco quiero estropearos del todo el espectáculo, así que mejor no destriparos el final de tan emocionante aventura. En cambio, sí me gustaría aprovechar la pintiparada ocasión que me brinda tan original telefilm para explicaros un poquito alguna sencilla cuestión física que se me planteó a medida que transcurría el metraje. Se trata de la temperatura que podría ir alcanzando el planeta Nibiru a medida que iba acercándose al Sol en su inevitable caída procedente de allende los confines del Sistema Solar.

Veréis, un modelo muy empleado en física cuando hablamos de cuerpos que emiten y/o absorben radiación electromagnética, como puede ser el calor mismo (en forma de radiación infrarroja) es el de cuerpo negro, esto es, una abstracción que consiste en suponer que dicho objeto absorbe toda la radiación que incide sobre él, incluida la luz (de ahí que sea negro). Aunque resulte extraño, dicho cuerpo negro emite radiación, dependiendo de su temperatura, según la conocida ley de Planck. Así, a temperaturas relativamente bajas emitirá radiación infrarroja y a medida que la temperatura aumenta, lo hará con radiación visible, ultravioleta, rayos X y así, sucesivamente.


Pues bien, lo interesante es que tanto los planetas como las estrellas tienen la costumbre de comportarse de forma muy parecida a cuerpos negros. En consecuencia, resulta bastante sencillo calcular cómo varía la temperatura de un planeta en función de su distancia al Sol. El valor que se obtiene para la Tierra es de 17 °C, dato que se acerca mucho a la realidad (tened en cuenta que es un valor promedio) siempre que no se tenga en cuenta el efecto de la atmósfera, la cual tiende siempre a incrementar la temperatura media del planeta debido al efecto invernadero que produce.

Otra conclusión a la que se puede llegar de forma casi elemental es la de que si tomamos como referencia la temperatura de la Tierra en los 17 °C antes aludidos, se puede calcular la temperatura de cualquier otro planeta sin más que conocer su distancia al Sol. Para ello basta dividir la temperatura de la Tierra (eso sí, expresada en kelvin, la unidad de temperatura en el Sistema Internacional de unidades y que resulta ser de 290 K para nuestro planeta: 273 + 17 = 290)  entre la raíz cuadrada de la distancia (expresada en unidades astronómicas o UA, que son la distancia media entre la Tierra y el Sol, equivalente a unos 150 millones de kilómetros). Un planeta que estuviera situado a 2 UA del Sol tendría una temperatura promedio en su superficie de 290/1,4142 = 205 K = - 68 °C; en cambio, otro situado a solamente 100 millones de kilómetros soportaría temperaturas del orden de 290/0,8185 = 354 K = 81 °C. Aplicad lo anterior a Mercurio, cuya distancia media al Sol ronda las 0,39 UA y obtendréis su temperatura teórica: 464 K = 191 °C. Comparadla ahora con el valor conocido que menciona la Wikipedia de 440 K = 167 °C. Evidentemente, las discrepancias vienen de la enorme diferencia entre las temperaturas de la cara iluminada y la oscura de Mercurio. Así y todo, el nivel de acuerdo es sorprendente. Por otro lado, el caso de Venus resulta muy interesante, pues la temperatura predicha es de 342 K = 69 °C y, sin embargo, la real ronda los 737 K = 464 °C. Hoy sabemos que nuestro planeta "gemelo" está rodeado de una espesa cubierta atmosférica constituida en un 96 % por dióxido de carbono, que genera un efecto invernadero desbocado y hace que la temperatura alcanzada sea suficiente para derretir el plomo, cuyo punto de fusión es de 600 K = 327 °C. Sacad vuestras propias conclusiones para el planeta Nibiru que se nos muestra en Zodíaco: los signos del Apocalipsis.


Una última cuestión que queda pendiente es la distancia mínima a la que Nibiru puede acercarse al Sol. Efectivamente, si no quiere ser destrozado y reducido a escombros (antes de ser fundido, por supuesto, debido a las altas temperaturas) debido a que supere el límite de Roche, el acercamiento tendrá un máximo. El límite de Roche es la distancia mínima a la que un satélite puede orbitar a su planeta madre sin verse fragmentado a causa de los efectos de marea (por supuesto, dicha distancia es entre los centros de ambos cuerpos). Dependiendo de las características elásticas del satélite y de las densidades medias tanto del planeta como del susodicho satélite, el límite de Roche suele oscilar entre dos valores, uno máximo y otro mínimo. Por supuesto, quien dice planeta madre y satélite también puede hacer referencia al Sol y un planeta, un planeta y un asteroide, etc., esto es, cualesquiera dos cuerpos que orbiten uno al otro.

En el caso de la Tierra y el Sol, el límite de Roche oscila entre 500.000 km y 1.000.000 km. Esto significa que nuestro planeta se encuentra mucho más lejos de la zona peligrosa. El primer valor (500.000 km) corresponde a un punto en el interior de nuestra estrella, ya que su radio asciende a 700.000 km; en cambio, el segundo valor (1.000.000 km) corresponde a un punto situado a 300.000 km por encima de la superficie solar.


No conocemos ni la densidad media ni las características elásticas de Nibiru pero, admitiendo que fuesen similares a las de la Tierra, los valores obenidos para el límite de Roche del noveno planeta tendrían que coincidir con los de nuestro querido punto azul pálido. No sin antes decir que a 1.000.000 km del Sol (no considero la situación en que Nibiru se encontrase en el interior del Sol, a 500.000 km de éste) su temperatura habría alcanzado los 3552 K = 3.279 °C.  Solamente el elemento tungsteno de la Tabla Periódica posee un punto de fusión superior (3.422 °C).


1 comentario:

  1. ¿Los sumerios entierran el pedrusco en una mina en Perú? Viajaban en Nibiru, supongo.

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