El diseño inteligente ¡vaya timo! (reseña)

Antes que nada, vaya por delante que no creo en Dios, ni el cristiano ni ningún otro parecido o diferente; de hecho, no me cabe ni la más nanoscópica de las dudas respecto a su no-existencia. Y esto es así desde que era casi un crío. Mis razones para no creer en la figura de un ser sobrenatural creador y responsable de cuanto existe en el universo no vienen a cuento ahora, pero sí os diré que en el asunto tuvo mucho que ver la educación que me dieron mis padres y, muy especialmente, el colegio religioso de los padres dominicos en donde estudié de los 14 a los 18 años. Ahí terminé de convencerme y de hacerme un ateo radical.

Sin embargo, no es de mis creencias religiosas ni espirituales de lo que os quiero hablar en este post, sino del libro que da título a esta entrada. Hoy mismo he terminado la lectura de "El diseño inteligente ¡vaya timo!", el último ejemplar (que hace el número 20) de la célebre colección ¡vaya timo! que edita Laetoli.

Debo reconocer que cuando abrí por primera vez el susodicho libro, esperaba encontrarme con otra cosa muy diferente de la que apareció ante mis ojos. Me esperaba un libro un tanto más "filosófico", con más elementos religiosos. Pues no, mi sorpresa fue enormemente agradable cuando comencé a leer y en aquellas breves 131 páginas se resumían de una forma muy amena, ligera y digerible algunos de los argumentos más significativos, tanto a favor como en contra, del llamado "diseño inteligente", esto es, la creación de todo cuanto conocemos por parte de un ser superior, comúnmente llamado Dios. Pero es que dichos argumentos iban acompañados de ciencia, mucha ciencia, especialmente física, pero también biología. Capítulo tras capítulo se iba desgranando una breve historia de la cosmología: el Big Bang, la inflación, los universos paralelos y el multiverso, las propuestas de teorías cuánticas de la gravedad, la materia y la energía oscuras, etc.

Por supuesto, en poco más de 100 páginas no se puede explicar con profundidad toda la cosmología que conocemos en la actualidad, pero lo que sí es capaz de llevar a cabo con habilidad y enorme claridad divulgadora su autor, Ismael Pérez, es la síntesis de todas las teorías y modelos de que dispone la ciencia y los científicos en el siglo XXI. Haciendo uso de un lenguaje claro y conciso nos explica con suficiente detalle por qué un argumento como el diseño inteligente no tiene cabida ni sentido, desde un punto de vista estrictamente científico, sólidamente sustentado en los principios y las leyes de la física conocidos.

Como buen escéptico que es, Ismael nos presenta en su libro, asimismo, no únicamente las cosas que sabemos en la actualidad, sino también las que desconocemos aún o no comprendemos de forma completamente satisfactoria. No solamente expone cómo los distintos modelos de universo son capaces de eliminar la necesidad de la existencia de un diseñador inteligente, igualmente lleva a cabo una labor de demolición de esta superchería (solo apta para mentes débiles) desvelando la falacia lógica que conlleva admitir semejante alucinación de los que piensan que la ciencia es poco menos que una herramienta inútil y con la que parecen matar su ocio unos cuantos cientos de miles de personas en este planeta. En este sentido, me ha gustado especialmente en el libro la alusión al modelo empleado por Victor J. Stenger, con el que demuestra que el denominado "ajuste fino" de las constantes de la naturaleza es una auténtica añagaza, y que distintos valores de dichas constantes pueden conducir perfectamente a universos distintos al nuestro donde podría tener lugar la aparición de vida, incluso más inteligente que nosotros. Y cuando digo nosotros, me refiero a los escépticos, a los que sabemos que la ciencia es la única luz que nos puede iluminar el camino hacia la verdad o, al menos, acercarnos más que ninguna otra cosa. Porque para ser más inteligente que aquellos que creen en el diseño inteligente, en un diseñador inteligente y que ciertas paparruchas como pueden ser el principio antrópico o el ajuste fino son la demostración palpable de la existencia de Dios, no se necesita demasiado cerebro.

En definitiva, y para no extenderme más de forma innecesaria, así como para no destrozar el libro en exceso a quienes tengan el deseo de leerlo, os diré que su lectura es altamente recomendable, muy inspiradora a la hora de abrir los ojos a ese universo increíblemente maravilloso que está ahí afuera, al alcance de cualquiera que tan sólo muestre un mínimo interés en querer pensar por sí mismo y en descubrir todo un mundo de saber y conocimiento que aún nos falta por desvelar. ¿Quién necesita creer cuando se tiene la posibilidad de saber?



Juntos pero no entrelazados: ¿Tensión sexual no resuelta entre superhéroes cuánticos? (3ª parte)

El argumento empleado por Einstein partía del concepto de localidad. Así, el bueno de Albert pensaba que el hecho mismo de medir el estado de una de las dos partículas entrelazadas no podía afectar a la otra, al menos de manera instantánea. La razón era el carácter finito de la velocidad de la luz. En efecto, supongamos que ambas partículas se encuentran separadas por cien años luz de distancia y efectuamos una medida del estado cuántico de una de ellas. Según la física relativista, ninguna información se puede transmitir a la otra en un tiempo inferior a cien años. De hecho, fue el mismo Albert Einstein, en compañía de Boris Podolsky y Nathan Rosen quienes idearon un experimento mental que pretendía poner en duda el carácter indeterminista y no local de la mecánica cuántica. Dicho experimento ha pasado a la historia de la física bajo el nombre de argumento o paradoja EPR (según las iniciales de los apellidos de los tres autores).

Lo que molestaba a Einstein era que las propiedades cuánticas de las partículas fuesen indeterminadas hasta el mismo instante en que se llevaba a cabo el proceso de medida de su estado, permaneciendo hasta entonces en una especie de estado aleatorio completamente indeterminado. Einstein, Podolsky y Rosen defendían la teoría de variables ocultas local, donde la expresión "variable oculta" indica que, a pesar de que todas las cantidades que pueden medirse poseen valores definidos, las personas que realizan el experimento no conocen éstos; por su parte, el adjetivo "local" nos indica que tanto las medidas como las interacciones en un determinado punto del espacio solamente son capaces de afectar de forma instantánea a cosas que se encuentren en el entorno inmediato de dicho punto.

¿Cómo era posible que dos partículas entrelazadas se influyeran de forma inmediata, fuese cual fuese la distancia que las separaba? La explicación EPR era muy sencilla: simplemente, la mecánica cuántica era una teoría incompleta; debían de existir forzosamente variables ocultas que no se conocían y que constituirían los ladrillos que faltaban en el muro cuántico.

Sin embargo, la teoría cuántica, con su defensor más acérrimo al frente, nada menos que Niels Bohr, saldría airosa, como en tantas otras ocasiones, de los desafíos impuestos una y otra vez por Albert Einstein. Pero sería el decisivo trabajo de John Bell el que pondría en jaque los argumentos del genio de Ulm. Bell enunciaría un famoso teorema en el que dedujo una serie de desigualdades. En el caso de que éstas no se cumpliesen la mecánica cuántica sería correcta; en caso contrario, Einstein y la teoría de variables ocultas local saldría triunfante. Todos los experimentos llevados a cabo en los años posteriores al enunciado del teorema de Bell (Clauser, Horne, Shimony, Holt) han llegado siempre a la misma conclusión: la mecánica cuántica es el modelo correcto de la naturaleza y su carácter es no local.


Uno de los experimentos más famosos fue el llevado a cabo por Alain Aspect, que demostró que cualquier señal transmitida entre las dos partículas entrelazadas empleadas debería haber viajado a una velocidad mayor que la de la luz para que éstas se hubiesen "comunicado". Aún más lejos iría Nicolas Gisin, en los años 1990, al emplear fibras ópticas con un recorrido superior a los 10 km (desde entonces su experimento se conoce como "el de los 10 km"). El montaje experimental era tal que la información transmitida entre los dos fotones entrelazados tendría que haber superado la velocidad de la luz en un factor de casi 10 millones. Incluso el entrelazamiento triple, con tres partículas, como el que realizaron Horne, Greenberger y Zeilinger, le ha dado la razón a la no localidad de la mecánica cuántica.

Pero volvamos, una vez más, a nuestra pareja de superhéroes entrelazados. Una vez que han herido a Hancock y se encuentra hospitalizado, Mary le desvela que sus superpoderes se debilitan a causa de la proximidad entre ellos. Es más, cuando Hancock es atacado por un peligroso delincuente que le había jurado venganza, éste acaba hiriendo mortalmente a Mary. A partir de este momento, todos los golpes y el dolor que Hancock experimenta, es igualmente sentido de forma instantánea por Mary y viceversa. ¿Cuál es entonces la solución adoptada por aquél? Nada menos que alejarse lo más posible de su compañera. Cuanto mayor es la distancia de por medio, tanto menor es la influencia del dolor sentido por uno sobre el del otro. ¿Qué está ocurriendo? ¿Están ambos entrelazados cuánticamente o no? ¿No acabamos de ver en los párrafos anteriores que la distancia entre las partículas entrelazadas no tiene absolutamente ninguna influencia sobre el estado cuántico de una de ellas cuando se efectúa una medida sobre el estado de la otra?


Lo cierto es que la única explicación que se me ocurre tiene que ver con la propia naturaleza del estado entrelazado. Por un lado, aunque algunos átomos, al ser excitados, emiten pares o incluso tríos de fotones que están entrelazados, nadie entiende demasiado bien por qué se produce el fenómeno; sabemos que existe pero no la razón de su existencia. Por otro lado, lograr entrelazar un par de partículas resulta extraordinariamente complicado (en ocasiones se han llegado a requerir hasta 45 millones de intentos antes de alcanzar el éxito) y cuando ya se ha conseguido, mantenerlo se hace igualmente difícil, destruyéndose el efecto con relativa facilidad. Quizá Hancock posea el secreto para llevarlo a cabo de forma infalible a voluntad...



Fuentes:

Entrelazamiento: el mayor misterio de la física. Amir D. Aczel. Crítica. 2008.

Conversaciones de física con mi perro. Chad Orzel. Ariel. 2010.

Cómo clonar a la rubia perfecta: una crónica de la ciencia a principios del siglo XXI. Nowtilus. 2005.



Juntos pero no entrelazados: ¿Tensión sexual no resuelta entre superhéroes cuánticos? (2ª parte)

¿A qué física está aludiendo Mary? ¿Se trata de alguna misteriosa fuerza de naturaleza eléctrica? ¿Poseen ambos cargas eléctricas opuestas, quizá como consecuencia de sus carreras a altas velocidades, a semejanza de lo que les sucede a las carrocerías de los automóviles? ¿Se trata de una interacción magnética? ¿Se comporta Mary como un polo norte y Hancock como un polo sur o viceversa? No parece demasiado probable, aunque sea lo primero que os haya venido a la mente. Aún menos posible resulta que sean víctimas de una descomunal fuerza gravitatoria, ya que deberíamos explicar de dónde saldría la ingente masa de sus cuerpos, pues de todos es sabido que la interacción gravitatoria es muchísimos órdenes de magnitud inferior a la eléctrica o la magnética. Sí, ya sé que estoy tratando con superhéroes y se puede admitir que son capaces de modificar a voluntad el peso de sus cuerpos, pero prescindiré de esta explicación hoy.

Cada cual es libre de elegir la justificación que más guste para la afirmación de Mary, pero a mí personalmente eso de que "fuimos creados a pares" me suena y me recuerda horrores el fenómeno conocido como entrelazamiento cuántico (en ocasiones, enmarañamiento). ¿Esto no os lo esperabais, eh? Bueno, lo cierto es que no me extraña. Al fin y al cabo este blog es así de bueno porque mis ocurrencias no son ni medio normales y del fondo de mi enferma quijotera salen las ideas más desquiciadas. Claro que yo juego con ventaja y me he guardado en la manga alguna que otra frasecita más sugerente que aparece en el film. Dejadme que os cuente.

En otro momento de la película, Hancock se encuentra en una tienda de licores, cuando ésta está siendo asaltada. En la confusión del momento, el atracador dispara su arma de fuego sobre Hancock, hiriéndole gravemente. ¿Cómo? ¿Herido gravemente por una bala? ¿Pero no es un superhéroe? En efecto, la sorpresa de nuestro superhéroe es mayúscula y, al igual que todos nosotros, se queda de piedra cuando contempla su propia sangre. ¿Qué le está sucediendo? Dejemos que sea la propia Mary quien se lo explique, a los pies de su cama en el hospital.


-M: Te conviertes en mortal. Somos nosotros, al estar tan cerca. Jamás había pasado con tanta rapidez. Nos va a pasar a los dos. Cuanto más lejos estés de mí, mejor te encontrarás. Recuperarás tus poderes pronto. Volverás a volar y a romper cosas y a salvar a las personas. Es como te decía antes, nos crearon por parejas. Y al aproximarnos a nuestra pareja perdemos nuestros poderes.

-H: ¿Por qué?

-M: Para que podamos disfrutar de una vida humana.


Esto sí que ya es definitivo y apesta descaradamente a entrelazamiento cuántico, no me cabe la menor duda. Os diré por qué.

El fenómeno físico conocido como entrelazamiento cuántico tiene que ver fundamentalmente con las correlaciones entre los estados de dos objetos. Lo que pasa es que esos objetos no suelen ser cualesquiera. Si habéis oído hablar en alguna ocasión de la dualidad onda-partícula sabréis que, por ejemplo, las partículas subatómicas como electrones, protones o fotones, entre muchas otras, presentan dos comportamientos: a grandes velocidades o energías se comportan básicamente como corpúsculos, digamos que como proyectiles; sin embargo, en otras ocasiones su comportamiento se asemeja más al de las ondas. Y las ondas tienen la molesta propiedad de poder estar en más de un sitio al mismo tiempo, de esparcirse por el espacio. Y, claro, eso tiene sus consecuencias. Cosas de la física cuántica...


Bien, imaginemos por un momento a Hancock y Mary como si fueran dos entidades subatómicas que pudiesen comportarse como personas adultas. Suponed que cada uno de ellos es capaz de encontrarse en dos estados mutuamente excluyentes de lo más cotidianos: cachondo y jaquecoso, de tal manera que siempre que nuestros dos superhéroes se hallen suficientemente alejados uno del otro se dé una de las siguientes cuatro posibilidades (en orden decreciente de dificultad, aunque esto es opinable, por supuesto): ambos cachondos, Mary cachonda y Hancock jaquecoso, ambos jaquecosos y, por último, Mary jaquecosa y Hancock cachondo. Ahora bien, algo sorprendente sucede a medida que se acercan más y más y se reduce la distancia que les separaba al principio. Tiene lugar una peculiar interacción mutua entre ambos que termina por establecer una misteriosa correlación entre el estado en el que se encuentran cada uno de ellos, pasando de los cuatro posibles ya vistos a solamente dos: si Hancock está cachondo le comerá la oreja a Mary y la convencerá para que ella también lo esté, pasando ambos a estado cachondo; en cambio, si Hancock ya se encuentra jaquecoso inicialmente, no habrá nada que hacer, pues ya se sabe cómo son ellas y acabarán, irremediablemente, los dos en estado jaquecoso.

Así pues, cuando Hancock y Mary han establecido esta íntima relación entre ambos, de alguna manera ésta se mantiene, haciendo que constituyan una pareja o, dicho en terminología cuántica, un sistema. Continuando con el símil, la susodicha relación juega el papel del entrelazamiento cuántico. Ya no hay forma de saber a priori quién de los dos está cachondo o jaquecoso. El sistema formado por nuestros superhéroes se encuentra en un estado borroso de superposición y la única posibilidad de averiguar el nivel de libido de cada uno consiste en realizar el test feromónico-sexual, lo que en mecánica cuántica se identifica con el proceso de medida. Dicho en idioma comprensible para no iniciados en los asuntos del chiki-chaka: el estado entrelazado que forman Hancock y Mary permanece indeterminado hasta que se averigua o se mide el de uno cualquiera de ellos. Antes de efectuar la medida, no sabemos si Hancock está marchoso o tiene dolor de cabeza (lo mismo se puede decir de Mary). Pero, en cambio, el estado de uno cualquiera de los dos queda perfectamente establecido en el preciso momento en que se mida, y cuando esto sucede, entonces ya no hay duda posible acerca del estado del otro. Sabemos con toda certeza que si Hancock está jaquecoso, Mary también lo estará y viceversa; en el caso de que Hancock esté cachondo, ella le corresponderá dulcemente. Hasta entonces ambos conviven en un estado de superposición que viene descrito por una función de onda que tiene una parte que corresponde a Hancock cachondo y Mary cachonda y otra parte que corresponde a Hancock jaquecoso y Mary jaquecosa, pero ninguno de los dos se encuentra definitivamente en uno de los dos estados: cachondo o jaquecoso.


Y aquí es donde se monta el pitote. Efectivamente, una vez que se ha establecido el estado entrelazado del sistema, éste se mantiene, independientemente de la distancia mutua que separe a ambas entidades, sean partículas o superhéroes. Ya pueden encontrarse a millones de kilómetros que lo que se le haga a uno lo sentirá inmediatamente el otro en el extremo opuesto del universo. Si conocéis unos tristes fundamentos de la teoría especial de la relatividad, lo anterior parece una violación flagrante del principio establecido por Einstein de que ningún objeto dotado de masa puede viajar más rápido que la luz ni tampoco se puede transmitir información a una velocidad superior a esos fantásticos 299.792,458 km/s. Así pues, ¿cómo se comunican Hancock y Mary o dos partículas entrelazadas cualesquiera, para que se den por enterados cada uno de ellos (en el acto) de lo que acaba de experimentar (el proceso de medida, propiamente dicho) o hacer el otro? ¿Estaba Einstein equivocado?


La realidad oculta (reseña)

"Sólo mediante la búsqueda racional de teorías, incluso las que nos introducen en dominios extraños y poco familiares, tenemos una oportunidad de revelar la extensión de la realidad." Así concluye el libro de Brian Greene "La realidad oculta", publicado por la editorial Crítica. Y esa última frase es toda una declaración de intenciones y un resumen perfecto de la temática que aborda el texto.

Explicado con una claridad al alcance de únicamente unos pocos divulgadores en el mundo, Greene nos abre los ojos a una nueva realidad mucho más rica y variada que la considerada habitualmente por la mayoría de los investigadores y científicos. A lo largo de las más de cuatrocientas páginas del libro (extensamente anotado, por cierto) desfilan nada menos que nueve versiones distintas de multiversos o también llamados universos paralelos, cada una de las cuales surge del ingenio y la creatividad humana. El autor, aunque plenamente consciente de la dificultad que entraña la demostración fuera de toda duda razonable de estas más amplias visiones de la realidad que normalmente experimentamos (la de un solo universo, con una sola clase de leyes físicas y unos valores concretos de las constantes de la naturaleza, masas de las partículas, etc.) no se cierra ninguna puerta.

Las nueve versiones de universos paralelos que se describen en profundidad en el libro de Greene se encuentran resumidas en el capítulo 11, en forma de tabla. Así, surgen el llamado multiverso mosaico como consecuencia de la suposición de un universo infinito, el multiverso inflacionario formado por universos burbuja similares al nuestro que surgen de admitir la idea de inflación eterna, el multiverso brana que surge de forma natural de la teoría de cuerdas, el multiverso cíclico originado por colisión de branas, el multiverso paisaje que nace por combinación de cosmología inflacionaria y teoría de cuerdas, el multiverso cuántico como extensión lógica y natural de la interpretación cuántica de los muchos mundos de Hugh Everett III, elmultiverso holográfico, el multiverso simulado derivado de los saltos tecnológicos inevitables y, por último, el multiverso final que afirma que cualquier universo posible es real o, dicho de otra manera, las matemáticas son la realidad.

A pesar de que numerosos científicos de todo el mundo consideran las teorías anteriores como no científicas por no ser comprobables experimentalmente o falsables, Greene ofrece una serie de razonamientos en sentido contrario, proporcionando ciertas técnicas sobre la forma de proceder a la hora de determinar u observar pautas que podrían apoyar o descartar cada una de las nueve versiones de mundos paralelos descritas. Puede que sean necesarios años o décadas o incluso siglos de trabajo tanto teórico como experimental para poder decidir si alguno de los nueve modelos (o quizá algún otro diferente) es el correcto o quizá todos falsos, pero, como el propio Brian Greene advierte, si el lapso de tiempo fuese demasiado largo para nuestra paciencia, probablemente esto nos haría plantearnos la siguiente pregunta: ¿qué es realmente la ciencia?


En definitiva, y si uno no quiere destrozar el libro que, por otra parte, resulta enormemente recomendable por la amplitud de miras que proporciona, así como la nada despreciable cantidad de física involucrada, poco más resta por decir. Quizá que no os perdáis la Tabla 4.1 en la que se relacionan extensamente a lo largo de tres páginas una serie de experimentos y observaciones con la capacidad de relacionar la teoría de cuerdas con los datos. Resulta impagable para entender y comprender el estado actual de la teoría y por dónde puede seguir su camino a la hora de concluir definitivamente si se trata del mejor modelo de la realidad que conocemos.


Juntos pero no entrelazados: ¿Tensión sexual no resuelta entre superhéroes cuánticos? (1ª parte)


John Hancock es un superhéroe atípico, venido a menos, borracho y ocioso. Un día se encuentra casualmente con Ray Embrey, el marido de Mary, quien le propone ser el asesor de su deteriorada imagen pública. Hancock acepta y, tras causar una serie de destrozos carísimos durante una de sus peculiares misiones, decide entregarse voluntariamente a la policía, aconsejado por Ray. Encarcelado durante una temporadita y dando muestras de haberse regenerado, le llega su ansiada oportunidad de reinserción. Un buen día se produce un atraco con rehenes y sus servicios son requeridos por la policía. El rescate es todo un éxito y Hancock es vitoreado y redimido. A partir de ahora será un superhéroe ejemplar.

Pero lo que de ninguna manera se esperaba nuestro amigo era que Mary, la preciosa mujer de Ray, también estuviese dotada de superpoderes semejantes a los suyos. Cuando Hancock descubre el asunto, su cabeza es un mar de dudas...


-Hancock: ¿Quiénes somos?

-Mary: Dioses, ángeles. Cada cultura nos llama de una forma. Aquí nos tachan de superhéroes.

-H: ¿Hay más?

-M: Había. Murieron todos. Quedamos tú y yo.

-H: ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué relación tenemos?

-M: Somos hermanos.

-H: Es mentira.

-M: No, soy tu hermana.

-H: Estás mintiendo.

-M: Soy tu hermana.

-H: Es mentira.

-M: No.


Este diálogo, como bien habrás identificado a poco friki que seas, está extraído obviamente de la película Hancock (Hancock, 2008), protagonizada por Will Smith y la neumática Charlize Theron, en los papeles de John Hancock y Mary Embrey, respectivamente.


En una desafortunada ocasión, Ray es testigo de las habilidades de su esposa. De regreso a casa, se encuentra con los dos superhéroes. Mary intenta explicarle lo inexplicable:


-M: Él y yo somos únicos. Los demás se emparejaron y murieron.


Y un poco más adelante:


-M: Seamos lo que seamos, fuimos creados a pares, ¿de acuerdo? Existe una atracción. No importa lo lejos que me vaya, siempre me encuentra. Aparece. ¡Es física!



Vale. Ya salió la palabra mágica. Ahora ya son míos...